quinta-feira, 2 de agosto de 2012

Paraje Bonanza, Ejutla de Crespo, Oaxaca, México

Realicé mi servicio social obligatorio (por parte de la universidad) sobre una montaña rodeada de montañas. Mi vida se volvió temporalmente dependiente de lo que me rodeaba, la naturaleza regía gran parte de mis actividades, y me limitaba o daba oportunidades que se traducían en mis planes del día a día. Me gusta pensar que llevé una vida sana durante mis casi dos meses de vida ahí: hice ejercicio casi todas las mañanas con videos en la computadora afuera de nuestros cuartos de carrizo, o corriendo al pueblo que estaba abajo a unos 3 kilómetros, y de regreso, me bañaba con el agua de lluvia almacenada en las cisternas y el calentador solar, luego desayunaba. Comenzaba el día de trabajo, pocas veces fue muy fuerte, normalmente me quedaba junto con los otros 6 voluntarios en la montaña (en el Instituto Tonantzin Tlalli) desarrollando proyectos o ayudando en la construcción de alguna ecotecnia, pero cuando salíamos a alguna comunidad, el trabajo bajo el sol caminando de casa en casa para construir intervenciones como corrales, cisternas o estufas ahorradoras, era arduo.
Aprendí mucho de la cultura en pueblos, de la forma en que llevan sus vidas a través de decisiones precavidas. Aprendí el valor de los recursos naturales, su importancia en las tareas más comunes para una persona citadina como yo: lavar, comer, cosechar, cargar, alimentar, sobrevivir. En mi ciudad no importa lo que está pasando con mi alrededor ambiental, los servicios siempre son los mismos ¿me parece lógico? después de ésta experiencia tan alejado de éstas llamadas comodidades, creo que no.
En la montaña mi vista captaba solamente tonos verdes, amarillos y rojos. Recuerdo pensar varias veces que la mesa de Ping Pong que teníamos afuera de los dormitorios, tan azul y tan llamativa, era como de un lugar lejano, como si su contraste con todo el mundo fuera tan externo que no perteneciera a él.
El mundo exterior fue casi olvidado en mi cabeza, las elecciones presidenciales tan comentadas en las mesas de comida de las ciudades, en ese lugar parecían no importar en lo absoluto ¿importaron de verdad ahora que estoy de vuelta?
Las siguientes son fotos de lo que veía, de texturas y colores que me rodearon en todo momento durante mi estadía en las montañas, que en algún momento cambió su nombre entre mis compañeros y yo a "el centro", y que realmente lo fue para mi por casi 2 meses.

La estructura de bambú y cubierta de lámina "la tortilla". 



Adrián bajando de la torre de celdas solares y un aerogenerador. 



La luna era un espectáculo cuando estaba llena. Proyectaba mi sombra sobre el pasto de la misma forma que el sol, pero generaba un ambiente increíble, gris en la oscuridad. Hagan caso omiso a la foto porque no dice ni la mitad de lo que era.


Un fin de semana fuimos a Puerto Escondido. Para llegar teníamos que cruzar la Sierra, por lo que el camino se volvió largo y tortuoso. Lo bueno fue que lo que rodeaba la carretera eran unas vistas y una naturaleza imperdible. Tomé algunas fotos de lo que vivíamos a "altas velocidades", con texturas generadas por los colores de cada una de las plantas y su incidencia con la luz. Fue impresionante: desde el detalle más pequeño, hasta la forma en que de pronto se abrían para generar vistas sobre las nubes cubriendo los árboles verdes, que hacían parecer que la montaña no terminaba hacia el precipicio. 





Acerca de mim

Estudio Arquitectura en la Universidad Iberoamericana en México, ahora estoy aqui @Raptor2526

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